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Guerlain se compromete con las abejas, centinelas del medioambiente
Cada año, la estación de los cerezos en flor reúne a todo Japón para celebrar el ritual cultural del "hanami", que significa literalmente "mirar las flores", una tradición milenaria que invita a contemplar el mundo y su belleza. Estas efímeras corolas de pétalos blancos como la nieve son una de las costumbres más emotivas y poéticas de Japón. Este sentimiento ha inspirado siempre a los maestros perfumistas, cuya maestría reside en capturar estos momentos, que se convertirán en atemporales a través de una fragancia.
En un exquisito homenaje al florecimiento de las sakuras, Cherry Blossom expresa en sus notas toda la emoción de un mundo que contemplamos. La bergamota, que se asocia con un acorde de té verde cuya frescura evoca recuerdos de mañanas primaverales, ilumina la fragancia con su resplandor solar. Como una declaración de amor, los pétalos de cerezo florecen en su corazón, arropados por la delicadeza del acorde de lilas, la pureza del acorde de jazmín y la ligereza de las notas de almizcles blancos.
El emblemático frasco de la Maison se adorna con un anillo que presenta dos flores de sakura esmaltadas en rosa pálido, recubiertas de oro de 24 quilates y realzadas con cristales deslumbrantes. Por primera vez, el anillo no es solo un adorno para el frasco, sino una joya para lucirla. Un homenaje al "hanami" y una declaración de amor a la estación de las flores, a la fragancia Cherry Blossom y al icónico frasco.
El joyero francés Philippe Ferrandis lleva más de treinta años cultivando la esencia de lo excepcional en piezas únicas. El diseñador trabaja para exaltar lo que la naturaleza le ofrece, desde las piedras semipreciosas que talla y engasta hasta los metales que se esmera en adornar. Fascinado por las flores, que explora a lo largo de las temporadas y las colecciones, el encuentro entre el joyero de las mil facetas y la Maison Guerlain ofrece a la edición de 2024, Cherry Blossom, un escaparate floreciente.
Una vez se han hecho los bocetos las flores de cerezo en papel, cada pieza se fabrica a mano en los talleres parisinos de Philippe Ferrandis. Las flores de metal se tallan una tras otra con la mucha precisión. El anillo, pulido a mano para revelar su brillo y recubierto con oro fino de 24 quilates, está engastado con cristales blancos y tonos rosados y adornado con una capa de esmalte preciosa. Las "Dames de Table" de los talleres Guerlain, que utilizan la técnica milenaria del "barbichage", pintan uno a uno los hilos de seda con arte y precisión, antes de colocar el anillo alrededor del cuello del frasco como toque final de esta edición excepcional.
